Aventura Intercono 2: El Huaralino

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EL EMBRUJO DE LA CUMBIA

Intenta correr, trata de esconderte, pretende ignorarlo. No huyas, no te resistas, es en vano. El ritmo de moda te atrapará con sus tentáculos tarde o temprano, prevenido o desprevenido. Sus pegajosos estribillos rondarán por tu mente todo el día, no podrás evitar corearlos y moverte al ritmo de ellos, al ritmo de la cumbia. Está en todos lados: en la combi, en discotecas, en los centros comerciales, siendo cantado por tus amigos, en tu serie preferida, en tu casa. No distingue de sexo, raza, religión ni edad. Hace nuevas versiones de tus canciones preferidas de otros ritmos, sus letras te engancharán. Se expande más rápido que una epidemia y cuando menos lo pienses serás contagiado.



No hay lugar a dudas, la cumbia ha demostrado que ha llegado para quedarse por tiempo indefinido y no ser tan solo una moda pasajera. Es también una forma de ser, de vivir. Un grupo de amigos experimentará hoy su primer concierto de cumbia. El panorama es incierto, las probables imágenes con las que se toparán son producto de suposiciones, historias mal contadas y videos borrosos de Internet. Obviando aquello, están emocionados, hoy para todos es su primera vez, en la que el alcohol se encargará de estimular cerradas a este ambiente desconocido y será el impulso para que no solo lo soporten, sino que pidan más.


El lugar, el Huaralino de Los Olivos; la hora de inicio, 10 de la noche. El menú: Los Caribeños de Guadalupe, Marisol y Aguamarina. El precio, incógnito por ahora. Las reglas del juego fueron pactadas: no ropa oscura, intentar pasar por uno más de aquellos que frecuentan esos lugares, no separarse, no exponer cosas de valor, cuidarse siempre el uno al otro. Esperan en la casa de uno de ellos a un miembro del grupo para hacer su salida triunfante. Mientras, ven video clips grabados en locaciones graciosas y con bailarines que no ensayaron bien sus coreografías. Suena el timbre, quien esperaban ha llegado, ya están completos y listos para su esperada travesía. Bueno, no tanto, regresan dos veces por cosas que olvidaron y ahora sí. Paran un taxi “Al Huaralino por favor”.


Ya en el taxi se percibe mucha ansiedad, mucha curiosidad. Cuatro jóvenes, con pocos billetes en los bolsillos pero con expectativas de sobra. Quien tenía “muchas ganas” de ir y rebosaba “entusiasmo” era Fernando, quien se la pasaba anotando cosas y asegurándose maniáticamente de que no le falte nada. Conversaban sobre lo que esperaban ver, luego hubo un momento de silencio hasta que se divisó el lugar anhelado. El momento ha llegado, los grandes y coloridos carteles les dan la bienvenida y también colas de más de una cuadra, conformada por gente vestida de un modo más variado del que imaginaron: parecen venir de todos lados, la cumbia tiene el poder de hacer bailar y cantar juntos al perro, al gato y al ratón. Se unen a ellos, desde un huequito pueden ver el interior del lugar aún vacío, y se ve el escenario donde siguen probando las luces y el sonido.


Se acerca un personaje de apariencia sospechosa. “¿entradas?”. Se trata de un revendedor, quien se gana la vida ahorrándole a la gente la tediosa espera en la cola donde venden las entradas a cambio de dos soles extra. 25 ‘lucas’ en boletería; con la comodidad de un revendedor, 27. “¿Cuántas tienes?” preguntan, “las que me pidan, yo les consigo”. Deciden hacer uso de su “servicio” y compran sus entradas. Antes que se vaya, Fernando aprovecha en hacerle unas preguntas: “¿piden presentar DNI?, ¿revisan las cosas?, ¿se puede entrar con cámara?”, la respuesta es “No, no piden. Solo revisan que entres sin trago y sí, puedes grabar, normal”. Entonces, los niños pueden entrar sin problema y se ingresa con lo que a uno le plazca mientras no arruine su negocio de licor.


Todavía la entrada está restringida porque Defensa Civil está terminando de inspeccionar e instalarse. Mientras tanto, la gente se prepara comprando a los ambulantes latas heladas de cerveza, cigarrillos, chicles, caramelos o agua mineral. Otros ensayan pasos de baile y letras de las canciones o se toman fotos. Alrededor se sienten grasosos pero apetitosos olores de vendedores de caldo de gallina, hamburguesas, anticuchos y demás platos, más de uno le dijo adiós a su dieta –y a su salud- y cayó en la tentación. La cola empieza a avanzar, a la par se observa un bus enorme con letras coloridas que dice “Caribeños”, los artistas llegaron y el público empieza a llenar el local. Al entrar los problemas y preocupaciones quedaron atrás, en este lugar estas palabras no existen, se esfuman por una noche y dan paso a otra que disfrutarán más: diversión.

El espacio es amplio, un gran espacio de concreto, un escenario en frente con dos pantallas a su lado, cerca una grande y llamativa botella de cerveza gigante que sirve de decoración. Poco a poco se colma de gente con “chela” en mano. Entre ellos precoces fumadores y bebedores, que aún viven en la pubertad. Y las chicas que muestran orgullosas sus posters que les entregaron a la entrada. Estos sonidos son como el Perú, una mezcla indefinida pero interesante, percibidos de un modo extraño al inicio pero al final termina gustándote. Algunos se animan a ser los primeros bailarines de la noche, con tímidos pasos que tomarían gran soltura al transcurrir el tiempo. Los Caribeños empiezan a interactuar con el público, que se va tornando más receptivo conforme la euforia crece. Además agradecen reiteradamente a “Rosita Producciones” que se encargará de inmortalizar el día con una filmación que pronto se venderá en “El Hueco”.


El grupo de amigos se ubica adelante para ver la acción de cerca, están parados observando detenidamente y esperando a que llegue el encargado de comprar el combustible: la cerveza. Entretanto hacen bromas sobre un miembro del grupo de cumbia, que fue “víctima” de un escándalo sobre su opción sexual que en realidad lo catapultó a la fama. Fernando es ahora hastiado por las quejas de unas fanáticas que le hacen saber que no les deja ver a sus ídolos y es que él está ahí parado como un poste inerte y estorba como si fuera tal. Las cervezas llegaron y al voltear nota que cada rincón del lugar ya está lleno.


Las bebidas empiezan a hacer lo suyo. Momento propicio para la aparición de las malcriadas del Trome, así sus plásticos cuerpos y exagerados movimientos las harán parecer no como rellenitas alienadas, sino como diosas. Empiezan a tirar a la gente polos, CD’s y pelotas para animarlos o mejor dicho hacerlos jugar como niños al romper una piñata.


La protagonista de la nota triste fue Marisol. Se anunció que no podría asistir pues estaba grave de salud y se encontraba hospitalizada. Aunque más que tristeza lo que generó esta noticia fue abucheos y silbidos de protesta. La gente olvida rápido este percance y vuelve a dejarse llevar por la música. Quien no se deja llevar es Fernando, sus amigos ya lo hicieron hace un buen rato. Ahora está más preocupado por ir a un baño, se aleja esquivando cajas de cerveza por todos lados, chicles que ve escupir a un pirañita y a unas rollizas marimachas que bailaban frenéticamente. Se topa con un ambiente asqueroso, con desechos por doquier en el piso, intenta ignorarlas, hace uso de las instalaciones y se retira rápido.

Al regresar observa el disgusto de sus amigos, que fueron incomodados por unos sujetos que se quisieron colar en su lugar y pisaron sus cosas. Deciden alejarse del escenario y van a un lugar más tranquilo cerca de la entrada. Aquí la gente no se queda atrás, todos bailan: hay una chica que aparenta sufrir de epilepsia, señores que no dejan que sus panzas cheleras le impidan moverse y otros que parecen calcular sus movimientos “uno, dos tres, vuelta”.

Este es un buen lugar para el comercio: de vez en cuando se acercan a venderles golosinas, cigarros y demás. También, cerca están vendiendo polladas y obviamente cervezas. Igualmente aprovecha un señor, que el grupo de amigos espera no sea egresado de su facultad, ofreciendo fotografías instantáneas. Además, aquí no se deshecha el romanticismo, se venden rosas “de a sol” para todos los cursis enamorados. Tal es el caso de dos viejitos que no temen demostrar su amor en público y quizás recurrir a este lugar sea parte de la fórmula que los mantiene unidos.

La gente seguía entusiasmada, incluso se podía ver a un conocido cómico de la televisión haciendo un “trencito” con sus amigos. Pero luego del clímax la gente necesita de un descanso, ya no respondían mucho a los pedidos del grupo musical. Quizás sea porque estos se vieron obligados a repetir canciones de su repertorio y luego tuvieron que hacer gala de su versatilidad tocando temas de rock latino. Se les hace algo monótono y piensan que debieron hacer una especie de “ayuno de cumbia” los días previos a la visita de este lugar.


Se vuelven a animar con la llegada de Aguamarina, otra vez bailan con cerveza en mano. Se vive diversión en el ambiente. Fernando, el más escéptico, empieza a inquietarse “maldición, esta cosa es pegajosa” piensa. Ya no se resistirá más, se deja llevar, empieza a soltarse, empieza a moverse y siente la música. A estas alturas ya no le importa si se ve ridículo o no. Y la transformación está completa, es uno más de ellos, ya no es un bicho extraño. Quizás desde un principio fue eso lo que esperaba y misión cumplida.

Ya son casi las 4 de la mañana, las botellas de cerveza rodando, chapas, basura, cajas de cerveza, volantes y envases de comida en el suelo serán, al terminar todo, la evidencia de que sin duda se vivió un buen momento. Fernando y su grupo de amigos se retiran al ser llamados por el hambre y engullen un caldo de gallina, de esos que vieron al entrar y no tuvieron tiempo de consumir.


Han constatado y vivido en carne propia el poder de este ritmo y cómo puede apoderarse de cada parte de sus cuerpos y moverlos a su antojo. Seguramente no son los únicos. El siguiente fin de semana sin duda asistirán nuevos reticentes espectadores que terminarán siendo envueltos por aquellas melodías. Y así cada vez este ritmo ganará nuevos adeptos, del que nadie, pero nadie, se encuentra libre ni protegido, ¿lo estás tú?

2 comentarios:

Cafeadicta! dijo...

waaa me siento feliz de saber que estoy en una historia en tu blog. Qué emoción. Nunca olvidaré ese día.

Die dijo...

fue un día interesante, no? gracias por comentar!

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