Un Gesto Dice Más...

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“Luces de la Ciudad”, película escrita, dirigida e interpretada por Charles Chaplin en 1931.

En esta película Chaplin interpreta a su conocido personaje “Charlot”, un vagabundo, y nos muestra la relación que surge de manera accidental entre él y una joven que vende flores en una esquina de la ciudad, ella es ciega y poco a poco se enamora de la amabilidad que Charlot tiene hacia ella, pero lo confunde con un millonario que él conoció. Charlot mantuvo una amistad con este millonario luego de impedir su suicidio, él le ayudaba con los gastos de la florista pero sólo lo reconocía cuando se encontraba en estado de ebriedad y cuando estaba sobrio, lo rechazaba. Charlot buscó diversos trabajos para apoyarla con los gastos de su renta y los de una operación que le permitiría recobrar la vista. Recibe nuevamente apoyo de su amigo millonario pero al día siguiente, cuando estaba sobrio y no lo reconocía, lo acusó de robarle el dinero y fue llevado a la cárcel. Luego de salir en libertad, se reencuentra con la joven florista, quien se sorprende de la apariencia de su supuesto millonario, que resultó ser Charlot.

Chaplin logra con maestría transmitir su mensaje sin la necesidad de diálogos, y fue realizada incluso cuando ya existían las películas habladas. Nos demuestra el poder que tienen los gestos, capaces de transmitir más que muchas palabras. Además de ser una película que nos cuenta una historia de amor, también es muy divertida y está llena de los denominados gags (o chistes visuales).
 
Chaplin nos habla del hombre, nos enternece, divierte y emociona al mismo tiempo. Nos habla de las barreras sociales, desigualdades, soledad, prejuicios, etc. Pero el tema central es el amor que supera dichos obstáculos, el amor callado y desinteresado.

La conmovedora escena final se ha convertido en una escena clásica en la historia del cine: el encuentro del vagabundo y la florista, que ya había recuperado la visión y descubre por el tacto la identidad de su desconocido benefactor. La frase de ella, "ahora ya puedo ver", y la tímida sonrisa de él. Esas últimas frases que se leen sobre fondo negro bastan: "¿Puedes ver ahora?" - "Sí, puedo ver." El acto de ver, aquí, no sólo es físico, sino que va mucho más allá. Finalmente el mensaje de esta película es universalmente comprendido: el amor es ciego.

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